La fijación de objetivos es una labor fundamental dentro de la empresa para poder determinar el rumbo a seguir por parte de esta y también para evaluar con cierta periodicidad el grado de consecución de las metas parciales, de tal manera que aunando los esfuerzos por parte de los miembros que integran la organización, podamos llegar a un mejor resultado para todos los que la integran.
Dentro de esta tarea, resulta imprescindible medir nuestras fuerzas y nuestras posibilidades, resultando negativo tanto el defecto o el exceso de ímpetu que mostramos al proyectarlos. Como hemos comentado en algunas ocasiones e estas páginas, unos objetivos demasiado ambiciosos pueden terminar en desánimo, frustración e incluso tensiones entre los miembros del equipo.
Adicionalmente, y por otro lado, unos objetivos demasiado livianos pueden desembocar en un desaprovechamiento de nuestro potencial, obteniendo unos resultados inferiores a los que se podrían conseguir con los recursos de los que disponemos. Un efecto indeseable en cualquier coyuntura, máxime en la actual, cuando la amplia mayoría de las organizaciones se encuentran inmersas en un proceso de control de su estructura de costes.
Por tanto, debemos ser honestos con nosotros mismos, evitando dejarnos llevar por modas, impulsos infundados, y por metas divulgadas a bombo y platillo por otros de manera interesada. Siendo fundamental abstraernos en nuestras propias circunstancias, no contaminándonos con otras perspectivas que se alejan de nuestra realidad en forma de mensajes interesados que tienen como objetivo incidir sobre nuestra la estrategia que consideramos desplegar.
En Pymes y Autónomos | Los objetivos a corto plazo suelen ser más efectivos
Imagen | nostri-imago