Mujer trabajadora e imperfecta

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El titular no es sorprendente, la mujer lleva trabajando desde que el mundo es mundo. Bien es cierto que en algunas clases sociales era impensable que una señora se dedicara a tareas que eran impropias de su sexo. Cuidar de la casa, los hijos y mejorar en actividades tales como: el coser, cocinar y poco más, eran suficientes aspiraciones en la vida de una fémina. Y casarse, por supuesto. Lamentable y cierto.

A pesar de todo, y de las luchas feministas encabezadas por mujeres que recogen los libros, y de otras, que permanecerán en el anonimato tras dedicar su vida al trabajo en fábricas o realizando tareas en el campo, a día de hoy en pleno siglo XXI ser mujer y trabajadora no es tarea fácil. Y si añadimos que somos imperfectas, más.

Los tópicos son eso, ideas superficiales que se generan sobre conceptos, que normalmente no tienen nada que ver con la realidad. “La mujer es débil físicamente”, “la mujer quiere tener hijos y casarse”, “la mujer no tiene ambición”, “la mujer siempre elige carreras de letras”, “a la mujer no le gusta estar en primera línea” y un largo etcétera.

Creo que para empezar a resolver y disipar cualquier halo de topicazos lo mejor es no etiquetar ni a unos ni a otros. Y con esto me refiero a esas noticias que hablan sobre los porcentajes de mujeres que han de ser contratadas por las empresas. Veamos, si queremos igualdad ¿por qué vamos a discriminar a los hombres? Nos estaríamos comportando igual que ellos (y no todos)

Mujeres brillantes y hombres ídem existen por igual. Por ser mujer no quiero que me contraten si mi único mérito va a ser ése

En ocasiones, el feminismo radical en vez de de recordar a mujeres válidas que forman parte de nuestra Historia, prefieren atacar a otras que piensan que es necesario algo más que obstáculos injustos que hemos sufrido, como para que nos regalen ahora altos puestos. Una cuestión que sucede mucho en política. Todos conocemos a ministras que dicen una barbaridad tras otra y resulta difícil el criticarlas puesto que siempre parecerá un acto machista, cuando mujeres y hombres vemos incompetencia simplemente.

Ser mujer no te convierte en mejor. Ni en más sabia. Ni tienes condiciones especiales, ni poderes para dirigir con eficacia una empresa. Todo dependerá de tu formación, actitud y valores. Jefas odiosas las hemos tenido todos y jefes ídem también. Esa leyenda de que con una mujer al frente el país o el mundo iría mejor es una utopía. Desgraciadamente la maldad y la incompetencia no distingue entre sexos.

La igualdad en otros terrenos

Para la gran mayoría de las mujeres, más significativo que la paridad en los consejos de administración que ha sido noticia estas semanas, son las medidas que permiten compatibilizar la maternidad y el trabajo: la flexibilidad de horarios, la disponibilidad de guarderías, la jornada escolar, los subsidios familiares, las bajas por maternidad… Pues la discriminación suele provenir no de ser mujer, sino de ser madre.

Una jefa es capaz-por experiencia propia- de preguntar si estás embarazada o lo estás planeando, ya que hablamos de la mujer y el poder. Ante estos hechos la mujer sí queda desprotegida. Además de inmiscuirse en su vida privada, el empresario la juzga y colocará en la balanza si será rentable o no tener contratada a una mujer. De ahí que el tema de la presencia de mujeres en la alta dirección sea una cuestión lejana para la gran mayoría de mujeres.

Así lo ponía de manifiesto un reciente artículo en The Economist, que por una parte celebraba la afirmación de las mujeres en el mundo del trabajo, y por otra reconocía que muchas mujeres aún estaban obligadas a escoger entre maternidad y carrera profesional. En las compañías de EUA, las mujeres sin hijos ganan casi tanto como los hombres, mientras que las casadas y con hijos ganan menos.

La diferencia se nota en el caso de las mujeres que aspiran a situarse en el alto management, pues las interrupciones por bajas de maternidad hacen más difícil que su carrera profesional progrese al mismo ritmo que la de los hombres.

El hecho de que más mujeres lleguen por su propio impulso a los consejos de administración de grandes compañías, que es el último reto puede depender más de las medidas de conciliación en los niveles intermedios que de la discriminación positiva por ley. Si alguien tiene que ocupar un puesto por su valía que no sea su sexo quien decida, sino su currículum y su predisposición al trabajo bien hecho.

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