El 6 de agosto de 2011 el diario La Nacion publicó un artículo de Mario Vargas Llosa titulado “Mas información, menos conocimiento”. En el mismo el premio Nobel de Literatura hace referencia a advertencias escritas recientemente por Nicholas Carr en su libro “Superficiales: ¿Qué esta haciendo Internet con nuestras mentes?” y se manifiesta alarmado y triste por los estragos causados por Internet en las mentes humanas. Para el gran escritor peruano las catastróficas predicciones de Carr a su vez reivindican las más antiguas teorías de Marshall Mac Luhan sobre los peligros de los medios de comunicación en general y como estos modifican y controlan nuestra manera de pensar y de actuar. El 10 de septiembre de 2011 el mismo diario publicó un texto titulado “El debate sobre los efectos del uso intensivo de la web en nuestra mente” escrito por el renombrado neurobiólogo de la Universidad Favaloro, Facundo Manes, refiriéndose a estos temas en general y al artículo de Vargas Llosa en particular.
Vargas Llosa explícitamente reconoce no ser un neurocientífico que pueda juzgar sesudamente los experimentos citados por Nicholas Carr en su libro, y también admite que es posible que este último pueda exagerar un poco en sus dramáticos pronósticos; pero en general coincide con Carr en que Internet esta dañando la mente de la civilización. Utilizando el análisis de Carr y también su propia experiencia, Vargas Llosa defiende con ahínco las fantásticas ventajas de Internet cuando este es bien utilizado pero se alarma por su mala y excesiva utilización. Vargas Llosa señala daños con respecto a la memoria humana pero no se ciñe a ella sino que su más pesado acento está apoyado en la pérdida del hábito y hasta de la facultad de leer grandes libros y en la moderna creencia de que sólo se lee para informarse. Los textos que no están “subordinados a la utilización pragmática” suelen ser considerados superfluos. Y, si solamente se tratara de informarse veloz y utilitariamente, nadie puede dudar que un diestro cazador internauta consigue su objetivo muy eficazmente picoteando información con el frenesí y mariposeo cognitivo de la pantallita sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración, reflexión, paciencia y abandono a aquello que se lee. Vargas Llosa también señala que no es verdad, como a veces se nos suele hacer creer, que Internet sea hoy día sólo un utensilio útil sino que más bien pasa a ser una prolongación o suerte de prótesis de nuestro propio cuerpo y de nuestro propio cerebro.
Si bien el neurocientífico Facundo Manes aclara de antemano que su objetivo es aportar algo adicional y complementar lo dicho desde la neurobiología, en mi entender, en puridad su artículo más bien intenta refutar a Vargas Llosa y a Carr. Manes utiliza frases citadas por el premio Nobel, como por ejemplo, “cuanto mas inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos” y algunas otras mas nebulosas en el texto que sería extenso sacar a relucir, y les asigna un peso relativo mayor al que a mi modo de ver surge de la letra y del espíritu del texto de Vargas Llosa. De manera un tanto elíptica Manes insinúa que el plexo del argumento de Vargas Llosa es el efecto negativo que Internet tiene en la memoria humana y entonces se enfoca primordialmente en ello para refutarlo. Sus apreciaciones sobre la memoria son por cierto muy interesantes, aparentan ser verdaderas y son además exactamente lo opuesto a lo que opina el escritor peruano. Pero hacia el final de su texto Manes pretende expandir y derramar su puntilloso análisis sobre la memoria humana en particular hacia toda la mente humana en general y defiende las bondades de Internet sobre las mentes. Esto lo intenta parcialmente negando la actual preponderancia de Internet por sobre la lectura; y también arguyendo que a través de la incesante interacción con sus semejantes el hombre y su cerebro siguen progresando y no son afectados negativamente por los ordenadores, como si lo cree Vargas Llosa.
El escritor peruano hace comentarios muy concretos sobre los posibles daños a la memoria humana, pero a mi humilde modo de ver ese no es el plexo de su mensaje. Vargas Llosa se manifiesta asustado y entristecido porque coincide con Carr, que a su vez describe como el motivo principal por el cual Carr escribió su crítico libro, en que Internet está reduciendo la capacidad humana de introspección que avivaba la literatura.
Para calar hondo en semejante temática habría que extenderse mucho en cuestiones sobre la mente y sobre el cerebro desde lo científico y también desde lo metafísico y eso rebalsaría las pretensiones de este breve comentario. Nadie osaría poner en duda la enorme importancia de la memoria en la mente humana y que sin ella bien poco o casi nada podríamos llevar a cabo. Empero, las neurociencias creen que la mente humana incluye también otras dimensiones como la autoconciencia, la inteligencia abstracta, la libertad, la capacidad estética, la capacidad ética, el amor al prójimo, y, entre los creyentes, incluso la creencia y el amor a Dios. Yo tiendo a coincidir con Facundo Manes en cuanto a que tal vez efectivamente Internet no esté anestesiando la memoria del hombre de la drástica manera en la cual lo marca Vargas Llosa, pero no resulta para mi viable parcialmente reducir la mente humana sólo a la memoria y a la búsqueda utilitaria de información. El hombre es la única bestia conocida en el universo que piensa y hace cosas que no son siempre meramente utilitarias para la supervivencia y la conservación de su especie. Hasta neurocientíficos agnósticos y ateos señalan la importancia de promover experiencias espirituales para la consecución de la realización y felicidad humanas.
Incluso si la memoria humana no fuera dañada en lo más mínimo, como tan bien lo explica Facundo Manes; a mi modo de ver, resulta hoy día muy arduo argüir y constatar que a través de la muy manifiesta menor introspección que asusta y entristece a Vargas Llosa, Internet no esté efectivamente dañando otras dimensiones espirituales cruciales de la mente humana como la autoconciencia, la inteligencia abstracta, la libertad, la capacidad estética, el amor al prójimo.
Carlos Morea
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