La soberbia no suele ser buena para nadie, y menos para un emprendedor. Cuando uno tiene la obligación de gestionar y organizar una empresa o un grupo de trabajo es fácil que se deje llevar por sus peores sentimientos y empiece a ser un jefe soberbio, que solo escucha lo que le interesa y que no aguanta las críticas.
De nada servirá que tengamos una muy buena visión del entorno o sepamos detectar los problemas antes que nadie para proporcionar una respuesta rápida si nos creemos algo que en realidad no lo somos y nos comportamos como el típico líder visionario que se considera único. Pero no hay de qué alarmarse; podemos evitarlo en parte si no nos rodeamos de los típicos pelotas.
Es posible que nuestra soberbia nos ciegue y creamos que somos algo que no somos o que podemos hacer algo que no sabemos. Detectar estos problemas en sus primeras fases es clave, y podemos identificarlos y corregirlos si sabemos quiénes son las personas que están a nuestro alrededor.
- No debemos rodearnos de gente que nunca den su opinión sincera o cuya máxima sea no discutir nunca una opinión del jefe. El típico pelota ha de quedar al margen de nuestra organización. Debemos aprender tanto o más de nuestros empleados de lo que ellos aprenden de nosotros. Si nunca lo hacemos, acabaremos rodeados de parásitos emocionales cuya única ambición es vivir tranquilos, sin desagradar a quien le manda.
- De hecho, este tipo de personas lastran el crecimiento de la sociedad. El mayor activo de cualquier organización son sus trabajadores, su conocimiento y creatividad; si ellos son capaces de ser proactivos y demuestran falta de compromiso con el equipo para el que trabajan, nuestra empresa nunca acabará de despegar.
- Por supuesto, también debemos de poner de nuestra parte. Si nos dejamos adular por nuestros empleados, ellos seguirán haciendo lo mismo, lo que puede dar lugar a los problemas ya expuestos. Todo ello es propio de modelos de organización narcicistas. Quizá te creas superior, pero puede que sea por tener al lado personas que dicen a todo que sí
- La mejor forma de mantener una comunicación eficaz es fomentando el feedback entre todos los miembros del equipo, siempre evitando el mito de que solo se puede hablar de las cosas buenas. Lo malo es lo que realmente ayuda a crecer y a evitar cometer los mismos errores. Da ejemplo con una actitud receptiva respecto a la opinión recibida.
- Ser buen jefe pasa por escuchar a nuestros empleados, pero no de cualquier forma. Toma nota de sus puntos de vista e intenta, en la medida de tus posibilidades, sacar algo positivo de sus inquietudes aplicándolo a la empresa. Así ellos también sabrán que su jefe les tiene en cuenta. El café para todos no sirve.
Todos estos puntos se resumen en crear un entorno de trabajo propicio para que nuestros empleados se encuentren cómodos comunicando tanto lo bueno como lo malo. Si solo nos cuentan lo que queremos oir, nunca detectaremos los problemas que realmente están afectando al normal funcionamiento de la organización.
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